sábado, diciembre 17, 2005

Delicattessen



"Pongo una mano en cada una de tus rodillas y las separo...Ahí está... casi audible... rosado... expuesto... henchido de ansia... casi perlado de humedad... me cuesta no abalanzarme sobre él y avanzar despacio dibujando conjuros secretos en el interior de tu muslo con la punta de mi lengua... aplazando el momento de besar tus cuatro labios... Uno los míos a los tuyos... posándolos tan sólo... evitando rozar tu abultado clítoris... sintiendo como te estremeces... abriéndome paso entre ellos... penetrándote con mi lengua despacio, saboreándote, empapándome de ti..."
AdúltEro

miércoles, diciembre 07, 2005

El coño de Esther


9 años. Campamento de verano. Mi primera curiosidad por un sexo femenino que no fuera infantil, el de Esther. No recuerdo edad. Era una de las monitoras. Pude verlo, y nunca dejé de olvidarlo.

Teníamos una especie de letrinas construídas por nosotros, bastante lamentables, por cierto. Estaba el de las chicas y el de los chicos. Una noche, el equipo de los Topos (un grupo de niños) hizo un agujero en el "baño" de los chicos, de manera que comunicara con el de las chicas. Curiosamente, la primera en ir a la mañana siguiente fue Esther. No dudé. La seguí hasta los baños y esperé detrás de la caseta a que ella entrara. Entró. Me metí en el de los chicos. Quité con mucho cuidado la tierra que tapaba el "famoso" agujero. Primera visión. Sus bragas blancas. El corazón me late deprisa. Se las va a bajar ahora.. en un rato. Y se las baja. Lo veo claro. Tiene mucho vello. Negro. No puedo dejar de mirar. Ahora hará pis.. espero un rato más. Y espero. Escucho caer el primer chorro, el segundo. Ahora se va a levantar y digo yo que se limpiará. Entonces se levanta y acerca la mano al rollo de papel higiénico. Cómo se limpiará esta chica? El corazón me va tan loco que tengo la impresión de que lo acabará escuchando. No me muevo. Casi ni respiro. Arranca un trocito de papel y se lo acerca. Lo hace rápido. Una sola pasada. Me quedo un poco decepcionada. Se termina y no volveré a verlo más.

No recuerdo cuanto tiempo me quedé allí quieta una vez hubo salido Esther. Creo que unos minutos más. Todavía notaba el corazón acelerado. Entre eso y el olor de los baños, me mareé.
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