lunes, enero 08, 2007

Perro I



- De rodillas.
Miras a un lado y a otro de la habitación, como esperando encontrar "a saber qué" y bajas al suelo, poniéndote de rodillas.
- Desnúdate.
Desabrochas tu camisa, la quitas y la retiras a un lado de la cama.
- Ése no es el sitio.
Me miras interrogante.
- Dónde si no?
- Al suelo, a la ropa de un perro le corresponde el suelo.
La bajas hasta el mismo y la colocas en una esquina, formando un gurruño. Ahora te dispones a bajarte el pantalón y entonces viene "cuándo la matan". El pantalón llega a la altura de la rodilla y entonces necesitas un punto de apoyo para continuar bajando. Haces ademán de levantarte. Coloco mi mano sobre tu hombro y presiono hacia abajo.
- De rodillas, dije.
Después de un corto titubeo, apoyas tu mano izquierda en el suelo con firmeza mientras que con la otra procedes a quitarte el resto del pantalón. Una vez fuera, lo dejas al lado de la camisa.
- Ves cómo no es tan difícil?
Me miras.
- Baja la cabeza.
La bajas y clavas tu mirada en el suelo. Abro mi maletín y extraigo un collar de cuero negro. Lo coloco alrededor de tu cuello y engancho la cadena a su argolla. Listo.
- Tienes hambre?
Te sorprende la pregunta y no sabes qué contestar. Optas por..
- Un poco.
- Yo mucha, vamos a cenar.
Con cara de "y ahora qué hago yo" me vuelves a mirar espectante. Pero no te digo nada. Agarro la cadena y tiro de ella. Te quedas parado sin saber por dónde tirar.
- Habrá que hacer algo de cena, no?
- Y yo..?
- Tú te vienes conmigo, como un buen perrito.
Vuelvo a tirar de la cadena y me sigues a gatas. Estás descolocado, ni puta idea tienes de a qué viene esto, pero tú me dijiste que querías jugar, y quiero hacerte entender, desde un principio, que en este juego yo soy quien manda y tú sólo obedeces. Contra primero lo asimiles mejor. Me sigues con la cabeza baja. Supongo que te ves ridículo gateando. Debes sentirte además, bastante imbécil por acceder a jugar a un juego del que no sabes cómo saldrás parado. Pero me sigues, con un montón de preguntas en la cabeza, me sigues. Algo te dice que ahora no es el momento de cuestionarte las cosas. Y me sigues.
Llegamos a la cocina. Abro uno de los cajones y escojo el paño menos rugoso al tacto que veo. Lo extiendo en el suelo, en una esquina.
- Colócate ahí, haré algo rápido de cena.
Te colocas en la esquina. No me miras, aunque intuyo que no lo haces, más que por tu nueva condición de perro, por vergüenza. Sientes vergüenza. Me acerco hasta ti y te pido que me mires. Sonrío.
- Lo estás haciendo muy bien. No deberías avergonzarte por ello. Eres un perro y te comportas como tal, así de sencillo.
Sonríes. Entendiste el mensaje.
Vuelvo a mi tarea y te dejo en tu esquina.
- Espaguetis.. te parece?
Asientes con la cabeza.
Me dispongo a cocer la pasta y calentar el tomate. Te mueves bastante en tu rincón, supongo que es una mezcla de incomodidad por tus rodillas y de nerviosismo por saber qué pasará después. Sólo puedes estar a la espera. Probablemente no entre dentro de tus cuestiones el plantearte cómo me encuentro yo en este momento. Yo sí lo sé, me divierte.
La cena está lista. Llevo los platos y demás enseres al salón. Una vez dispuesto todo, me acerco a tu esquina, recojo la cadena del suelo y tiro hacia mi.
- Vamos a cenar.
Este blog está sujeto a una Licencia Creative Commons. Si alguien siente vulnerado su copyright, no tiene más que comunicármelo.