jueves, marzo 30, 2006

Amor Turco


Entro en el cuarto. Sigues tumbado en la cama. Me quito los zapatos para no hacer ruido. Tarde. Te he despertado.
- Has salido?
- Sí, fui a por unas cosas.
- El desayuno?
Joder! Ya decía yo que me olvidaba de algo.
- No, es un regalo para ti.
- Un regalo? Para mi?
Me siento al borde de la cama y te acerco el paquete. Todavía estás medio zumbado y lo que debería llevarte apenas unos segundos, ya ves, abrir un paquete sólo cerrado con dos pegotes de cello, se convierte en una tarea digna de un ingeniero. Consigues abrir un lado y metes los dedos. Tiras y sale un pañuelo negro. Sigues tirando, ahora rojo, y otro más. Como el típico prestidigitador, sacando su retahíla de sorpresas de su vieja chistera. Sigues, tres malvas. Me miras.
- Y esto?
Seis pañuelos de seda, muy brillantes, y al tacto que da la seda, suaves.
- Te gustan? Eran estos tus colores, no?
- S.. sí, son.. bonitos, vamos, preciosos, pero.. qué punto!
Y te echas a reír. Coges los seis, uno por uno y los vas mirando.
- Sí, son muy bonitos, dices como para ti.
Te quedas con uno de los malvas y te lo enrollas al cuello, tipo adorno parisino, un extremo hacia delante, el otro hacia atrás. Y claro, la sueltas..
- Me pasas el pintalabios?
- XD.. qué idiota eres! Ese pañuelo no va al cuello.
- Y dónde va?
Lo quito de tu cuello. Entonces cojo una de tus manos y rodeo tu muñeca con él. Una vez enrollado del todo hago un pequeño nudo doble en los extremos. Queda a modo de pulsera. Y ahora cojo otro de los malvas y repito la operación en tu otra mano.
-
Dos pulseras? preguntas irónico.
- Uhm.. sí, dos pulseras.. bonitas, verdad?
Ahora cojo el último malva y lo poso en mi muslo.
- Date la vuelta.
- XD.. para qué?
- Que te des la vuelta, te digo medio cantando como a los nenes pequeños.
Me sonríes. No tienes ni puta idea de qué va la historia, pero te divierte. Te das la vuelta.
Cojo tus dos manos y enrollo el tercer malva entre ambas, a modo de 8, dos vueltas, y entre medias lo anudo fuerte, uniendo los extremos de los anteriores.
Tu cara se ilumina y ya no me miras sonriente. El gesto pasa a lascivo rápido.
- No me pongas esa cara, que ahora no te voy a follar, para eso no necesito pañuelos, así que no te hagas ilusiones.
Tu cara de salido desaparece como por arte de magia. Te alarmas.
- Y entonces qué vas a hacer?
- Tú confías en mi?
- Sí, claro.
- Vas a querer que siga?
- Pero qué vas a hacer?
- Tú quieres que siga, sí o no?
Agarro tu cara con mis dos manos y la lleno de besos.
- Haga lo que haga, no te hará daño. Me dejas entonces?
- Vale. Pero si te pido que pares, para.
- No, dímelo ahora. Después haré lo que me dé la gana.
De eso se trata, no?
- Y si me estás haciendo daño?
- Te he dicho que no te haré daño, no confiabas en mi?
- Sí.
- Entonces sigo o paro?
- Sigue, pero..
- Nada de peros, a cerrar boca. No hay más que hablar.
- Ey, eso sí que no.
Tarde. Cojo uno de los pañuelos rojos, le hago una bola y lo meto en tu boca. Lo escupes.
- Eso no.
- Tú no decides ahora.
Te abro la boca y lo vuelvo a meter. Cojo enseguida el otro pañuelo rojo y te la sello. Tiro hacia atrás y ato los extremos. Estás cabreado.
- Qué tonto eres, niño, no decías que confiabas en mi?
Acaricio tu cara. Estás guapo hasta cuando te enfadas. Te lo he dicho algunas veces, sólo que hasta hoy no te había visto tan enfadado. Ahora me miras interrogante, supongo que tratando de adivinar lo que estoy pensando.
- No estoy pensando nada, sólo te miro.
Aunque el pañuelo no te permite hacer muecas, tu cara parece que se suaviza en un intento de sonrisa nerviosa. Ya no estás cabreado? Respiras entrecortado y ni te mueves. Sólo me miras muy atento.
- No me mires, no te lo he pedido.
Pareces dudar entre mirar a un lado o al otro del cuarto. Vuelves a mirarme entonces.
- Que no me mires. Baja la cabeza.
Desconcertado la agachas un poco. Te agarro por el pelo y te la bajo más aún.
- Súbela cuando te diga, no antes.
No imaginas lo guapísimo que te ves así, en mis manos. Comienza a caerte baba sobre las piernas, a pesar de tus esfuerzos por tragarla toda. Entonces dejo caer mi mirada entre tus piernas.. sorpresa!! Tu polla te delata. Estás tan cachondo que tiemblas, cabrón.
- Vaya, parece que, después de todo, esto no te disgusta tanto.
Queda un pañuelo, el negro, el más oscuro de todos, para cerrarte los ojos.
Este blog está sujeto a una Licencia Creative Commons. Si alguien siente vulnerado su copyright, no tiene más que comunicármelo.