martes, febrero 14, 2006

María III


Llegaron las confidencias por la noche, en el suelo del pasillo, en el cuarto de la lavadora, en las escaleras del comedor, en cualquier sitio que pudiéramos estar a solas (ardua tarea aquella). Ratos que normalmente terminábamos en mi cuarto, con el resto de la gente, pero a nuestro rollo. A veces nos quedábamos todas charlando hasta las tantas de la madrugada. María se sentaba a mi lado y solía enredarme en el pelo. A veces, apoyaba su cabeza en mi hombro y se quedaba así durante un buen rato. Yo prefería no abordarla en ese tema, opté porque ella misma se fuera acercando cada vez más. Era tan tímida que si me lanzaba demasiado rápido, podía mandarlo todo al cuerno.

Hasta que un día, apoyada como de costumbre sobre mi hombro, dejó caer su mano sobre mi muslo. La dejó un rato así, inmóvil. Un poco más tarde, comenzó a hacer "pequeños dibujos" con los dedos, como quien no quiere la cosa. Era la señal, creo que me estaba diciendo.. "ya puedes tocarme". De todos modos, para no hacer mucho caso al corazón que me estaba saliendo por la boca, seguí a mi rollo (como buenamente pude) con el resto de mis colegas. Hablando y hablando. Y la otra no quitaba la mano ni de coña. Se hizo tarde, nos teníamos que acostar. "Te quedas un rato?" le dije, así sin pensar. "Vale". Bea se metió en su cama y nos pidió que no hiciéramos mucho ruido. María y yo nos sentamos en la cabecera de mi cama y nos encendimos un cigarro. Hablamos mucho rato (bajito). De vez en cuando alguna carcajada, y ya saltaba Bea: "ya os vale, más bajo". Lógicamente a mi me daba más la risa. La tenía tan cerca y me sentía tan bien a su lado que me importaba un huevo si Bea conseguía dormir o no. A ratos nos callábamos y nos mirábamos.
Joder, qué difícil se me hizo aquella noche no besarla. Estaba muy muy cerca. Hasta nos habíamos rozado la cara cuando empezamos a reirnos. Y ahora más tranquilas, estábamos ahí paradas, mirándonos. Aproveché un rato que bajó la vista (solía hacerlo cuando la mirada se hacía muy prolongada) y le cogí la mano. Se quedó muy quieta. Entonces empezó a ponerse nerviosa y a mirar para todas partes. "Un cigarro?" me dijo.. "no, mejor me voy que ya es tarde". "Como quieras" le dije.. y se fue. MIERDA! QUÉ CAGADA! QUÉ GRAN CAGADA! Controla (-mi nombre-), controla.. Esa vez me masturbé sólo para acabar muerta y dormirme sin tener que darle a la cabeza ni un minuto más. A falta de porros (se acabó el hachís), era la mejor manera de anestesiarme un rato. Lloré de rabia, la había cagado.

A la mañana siguiente, como todas las mañanas, salí rumbo a mi primer trabajo, bastante floja de ánimo, no quería ni pensar en la noche anterior. Me distraje como pude y cuando terminé, volví a la residencia, para darme una ducha, comer y dirigirme al segundo trabajo. Al llegar a la habitación me di cuenta que la puerta no tenía dos vueltas, si no una. Ni Bea ni yo cerrábamos así. Habría entrado alguna monja? Las llaves siempre se quedaban abajo, en el recibidor, estaba prohibido sacarlas fuera. Y si hubiera entrado María? No sé, me dio por pensarlo. Me fijé en si había algo raro en el cuarto, algo movido, fuera de lugar. Pero todo parecía en orden. Putas monjas! Qué se les habrá perdido aquí? Me estaba convenciendo por momentos que había sido alguna de ellas. Pero al abrir mi armario vi un sobre. Ponía María. Me tuve que sentar.. a saber qué decía dentro.. lo mismo me mandaba a la mierda, o el típico comodín de muchas tías (para los tíos): "bueno, como amigas, pero hasta ahí, eh?" No sé cual resultaría peor de las dos. La leo. El contenido, por supuestísimo, me lo reservo. Fue una de las cartas más bonitas que he recibido. Le gustaba, mucho. Pero que no sabía cómo hacerlo. Vergüenza, miedos y demás historias. Me llenó dos folios enteros de todos los detalles con los que se había quedado de mi. Guao! Volví a leerlos una vez más. Después, me fui a por ella.
Este blog está sujeto a una Licencia Creative Commons. Si alguien siente vulnerado su copyright, no tiene más que comunicármelo.