domingo, febrero 12, 2006

María I


Fue la primera experiencia sexual seria (por decirlo de alguna manera) que tuve con una chica. La mejor. Hubo química desde un principio. Nos caímos bien, a pesar de las circunstancias que nos rodeaban, que no ayudaban mucho, la verdad. Era grande, manos grandes, brazos grandes.. todo, en resumen. Noté rápido que eso le acomplejaba, y le hacía ser una persona muy callada, casi retraída. Yo qué puedo decir.. a mi me parecía preciosa. Me puedo poner a describir detalladamente todo lo que me gustaba de ella, pero prefiero ser egoísta y quedármelo sólo para mi.

Nos tocó compartir residencia dos meses. Ella vino un poco después de mi,
a las dos semanas. Vino sola. Bueno, con dos maletas y una mochila. El primer día que entró, yo estaba en el recibidor, hablando con la hermana Heather. Fue precisamente ella quien abrió la puerta. Yo estaba apoyada en el mostrador mirando unos folletos sobre unos viajes. Al escuchar las presentaciones, giré la cabeza y la vi. Reconozco que lo primero que pensé fue: "vaya mole", odioso por mi parte, lo sé, pero las cosas pasaron así, para qué adornarlas. Desde donde estaba, me salió un "hola". Ella hizo un gesto con la cabeza.

Después de las típicas presentaciones de rigor, la hermana se la lleva a la sala de al lado y cierra la puerta. Como era la hora de la cena, yo me bajé al comedor.

Estábamos todas a mitad de la cena, cuando ella entró. Lógicamente, al abrirse la puerta, todas miramos. Después, mientras se acercaba a la ventana donde servían la comida, se hizo el silencio. Ella lo notó y se puso nerviosa. No encontraba la bandeja, cogió el tarro de la leche en vez de la del agua, le temblaban las manos.. Una vez servida, allí se quedó de pie, mirando.. dónde podía sentarse? Ya no era el centro de atención, cada una estaba a lo suyo.

Le hice un gesto con la mano.. "aquí". Y vino. Todas las tías de mi mesa comenzaron a hacerle preguntas, cómo te llamas? María.. de dónde eres? Bilbao.. cuántos años tienes? 24.. y algunas más. Yo (la tenía enfrente) me dediqué a mirarla (disimuladamente, claro). Me fijé que tenía las pestañas apelmazadas y algo mojadas. Si no la tenías cerca no reparabas en ello. Pero una vez te fijabas, se hacía demasiado evidente, había llorado, tal vez antes en la sala, cuando habló con la hermana. Nunca me lo dijo, y yo tampoco pregunté. El caso es que, a partir de esa noche, yo empecé a sentir curiosidad.

Como suele pasar en un lugar lleno de tías, había muchos roces diarios. Aunque cada una tenía sus cosas que hacer, la mayoría teníamos más de un trabajo al día (yo en concreto tenía tres, tela..), las veces que nos encontrábamos eran ratos muy relajados. Por hacer una similitud, en esos momentos en que las cosas nos eran bastante hostiles en la calle, en la residencia, nos ocupábamos las unas de las otras, de alguna manera, éramos como una especie de familia. No pasaba entre todas, claro, las había de todas las clases. Estaban las niñas de papá, las que habían llegado a parar allí de vacaciones y no tenían nada mejor que hacer que pasarse el día tumbadas a la bartola y cuando salían, ir de tiendas, recorrer todas las tiendas de ropa de Londres. No hacían mucho más. Tampoco les pregunté, desde el primer día, fueron un cero a la izquierda para mi. Estas estaban, lógicamente, a otra onda (jo tía.. y qué me pongo yo ahora?, por poner un ejemplo) y no tenían nada que ver con nuestras historias. Luego estaban las estudiantes, las que hacían el equivalente al B.U.P. o el C.O.U. en la ciudad cosmopolita. Estas eran totalmente neutras. Estaban a lo suyo, que era sacar buenas notas y no se daban a notar, tampoco resultaban molestas, así que lo dicho, neutras. Luego las "correveidiles" por antonomasia. Estas sí que eran como granos en el culo. Tenían la habilidad de meter las narices siempre donde nadie las llamaba. Y como nuestra "cueva" (sitio de encuentro de las nuestras, vendríamos a ser una media de nueve, siempre había entradas o salidas) siempre fue un lugar que despertó curiosidad entre las nenas de la residencia, ellas siempre guardaban cola ante cualquier posible "notición" que contar. Estas, por mi parte, se llevaron más de un portazo en las narices, y más de dos y de tres.. desprecios, pero no entro en el tema. También estaban las anodinas, las que pasaban por allí sin pena ni gloria. Nunca se metían en lo de las demás, ni éstas en lo suyo. Con alguna de ellas congenié bastante bien. Por último, nosotras.

Ya comentado un poco el plan que había en la residencia, en cuanto a mi historia con María, el primer mes fue de tanteo. Coincidíamos varias veces al día. A veces en el comedor (mis trabajos no siempre me dejaban tiempo para comer allí), por los pasillos, en los lugares comunes, en las habitaciones (muchas nos reuníamos allí, a veces venía ella), alguna vez coincidimos en la cola de la ducha, o en los baños.. Provocábamos coincidir muchas veces. Sabíamos el plan diario de ambas. Yo conocía sus horarios. Ella conocía los míos. Lo mejor de todo eran las miradas cuando nos cruzábamos por el pasillo. Eran largos, y a veces la veía venir desde la otra punta. Caminar pensando que cada vez estábamos más cerca y que llegaría un momento en que nos cruzaríamos, me ponía en un estado de "gilipollez absoluta" que más que caminar yo creo que flotaba. Entonces llegaba el momento, nos cruzábamos y nos lanzábamos una mirada rápida y un "hola". Ella bajaba enseguida la vista, era muy tímida, pero joder, eso me gustaba más todavía. Luego estaban los encuentros en alguna de las habitaciones. Me costaba acercarme a ella. Si una mirada seguía a un acercamiento, la notaba nerviosa y salía disparada. Debía hacerlo bien, debía darle confianza. Entonces se me ocurrió una idea.
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